Mendimaratón

El paso del tiempo no siempre deja en las personas recuerdos halagüeños. Cuando la mirada se retrotrae décadas a veces encuentra imágenes arrumbadas en ese desván que es la memoria que ensombrece el rostro. Otras veces, es la alegría de los buenos momentos, de los recuerdos amables, la que impulsa a nuestros mayores a compartirlos con nuestros pequeños.

Cuando invitamos a los abuelos y  abuelas de Mendigorría, a las personas veteranas del pueblo, a que vinieran a estudiar y aprender con la chiquillería, en la escuela no dudamos de que la experiencia sería un éxito. Era abrir la puerta a que personas con historias distintas compartieran momentos y espacios con niños de otra época tal vez. Del mismo pueblo, sí. Pero de otro mundo.

Tener cerca a los mayores es lo único que puede hacer la vida para que los pequeños aprendan las cosas importantes sin y transmitan su saber.

Cada viernes, desde octubre a mayo,  Conchi, Vitori, Benjamín, Tere, Nieves, Rosa, Maribel y Juanamari,  han venido a hacerse amigas y amigos de las fastidiosas jotas, de las  esquivas haches, de las uves humildes… Así han dejado estas personas de ser anónimas para los pequeños del pueblo. Y encima, aprendiendo. Todos lo han hecho. Sin excepción. Y lo mejor de todo es que el próximo curso regresan a las aulas. Y eso, ¡cómo nos satisface! Un millón de gracias.